viernes, 21 de junio de 2013

El ministro del precámbrico

Estimados lectores:

Sería ocioso decir, que nuestros ministros son revolucionarios o reformadores; más bien, parecen unos burócratas arrastrados por la situación actual deseosos de mantener un sistema que hace aguas por todos lados.No han realizado ninguna reforma estructural con vistas al siglo XXI a fin de adelgazar una administración inoperante y anclada en el siglo V.

Pero si hay algún ministro que se lleva la palma como personaje anticuado, sobrepasado y que nos ha hecho retroceder a los tiempos de la reina Semíramis de Babilonia es Alberto Ruiz Gallardón. Amenofis III es más moderno que él. D. Alberto pertenece al precámbrico.

La sensación que ha transmitido con sus reformas es la de haberse quedado en la adolescencia jurídica, mientras el derecho y la justicia ya han superado las cuestiones que él plantea. Actúa como si acabara de descubrir el yogur desnatado.

Plantea la necesidad de mediación anterior a la presentación de la demanda; como si desconociera que la antigua ley procesal ya establecía la necesidad de conciliación y que, fue eliminada porque dilataba el proceso y ralentizaba los plazos. Tampoco funcionaban, ni funcionan los árbitros, porque son más caros que los tribunales y sus resoluciones no eran ejecutivas en la práctica. Ningún abogado en su sano juicio y que tenga práctica y no sea un mero teórico, recomienda someter el contrato a un laudo arbitral sopena de arruinar a su cliente. Eso sí, en los libros queda muy bonito.

No digamos ya, su manteninimiento de la forma de elección que los consejeros del poder judicial. Los siguen eligiendo, indirectamente, los partidos políticos. Son más independientes los "Siempre Así" actuando de árbitros en el Sevilla-Valencia

¿Por qué esta reforma? En primer lugar, porque D. Alberto Ruiz-Ga-masón no ha ejercido más de 3 meses la carrera judicial y en la época en que se estrenaba "Perros Callejeros" y en segundo lugar, o porque sus consejeros jamás han llevado un caso y no han tenido que sufrir a los tribunales, o son asesores que no han terminado la carrera, cuya prosperidad se debe a ser acarreadores de las maletas de los superiores de turno. El caso más sangrante es Tomás de Burgos, de Nuevas Generaciones que tardó en hacer la carrera más que "El cojo Manteca" con una china en el zapato. Si Tomás de Juergas se encarga de las pensiones, prefiero dejar el dinero de mi pensión en un esquí de Bárcenas.

Ga-masón, en la exposición de motivos de la ley, parte de una idea social, moderna e innovadora que supera a Kelsen, Karl Smitt  y a Carnelutti y hunde sus raíces en Tomás de Vitoria y San Agustín y es que a los españoles les gusta acudir a los tribunales porque se aburren y quiere fastidiar al juez. En esa misma tradición elaborada por dichos pensadores jurídicos, considera que el punto fundamental sobre el que ha de descansar la justicia es el respeto a la hora del desayuno de los funcionarios de justicia y jueces y no cansar al juez con demandas, ya que los jueces no están para juzgar, sino para descansar.


  Este pensamiento se asienta en el mundo de los jueces y funcionarios de justicia, la gente demanda porque se aburre. En esto ha consistido el gran consejo de los asesores; cobre usted por demanda que así yo trabajo menos. A veces, el funcionario olvida que él está a nuestro servicio y no al revés. De hecho, yo me he encontrado que me han suspendido un juicio civil en julio porque el juez se va de vacaciones en este mes... lo más sangrante es que puede hacerlo en agosto que es inhábil a efectos civiles, ¿tiene este juez vocación?, ¿considera que está al servicio de los españoles?, evidentemente no. Este juez sólo tiene vocación para acudir al Gandía Shore.

En ese sentido han ido las reformas sucesivas. El Tribunal Constitucional, que para mí, dada su función, su escasa relevancia e independencia jurídica, debería desaparecer, ha introducido una reforma que, básicamente consiste en que sólo admite los recursos que le da la gana. Ellos lo llaman el requisito de "la transcendencia constitucional", yo lo llamo el requisito de: "porque yo lo valgo" o "porque tiene pasta y es mi amigo". Y en la jurisdicción contencioso-administrativa las reformas han sido propias de los antiguos persas. La primera reforma de la ley, introdujo la condena en costas en segunda instancia; en la segunda reforma, se acordó la condena en costas en las dos instancias. Hay en proyecto una tercera reforma, en los estrados se va a instalar una zona azul con una máquina expendedora con tickets  a 1,50 la hora, para que el abogado pague por sentarse en la silla. Si te pasas del tiempo en el informe oral  puedes anular la multa pagando 3 euros.

Volviendo al tema, no conozco a ningún médico que diga que hay muchos enfermos,  que van al médico porque se aburren y que hay que cobrarles cada vez que vayan a la Seguridad Social. Ellos son funcionarios y cobran un sueldo, pero tienen vocación. Tampoco conozco a ningún notario que diga que la gente se aburre y que por eso quiere firmar escrituras.

En fin, que si la gran reforma de la justicia consiste en que hay que pagar por presentar demandas, por casarse y por inscribir a tu hijo; prefiero que me apliquen el Código de Hamurabi.

Hasta que esa cohorte de Consejeros, desconocedores de la situación a que se enfrenta un español que acude a un tribunal, dejen de considerarles como meros súbditos a sus ordenes y dejen de ser indiferentes a su suerte, sean sustituidos por otros, la justicia no tendrá solución

En definitiva, las reformas introducidas por Ga-masón son anticuadas, superadas y medievales. Si el ministro, los asesores y funcionarios de justicia cobraran un cánon por cada sentencia cumplida y ejecutada, los tribunales españoles serían los más rápidos del mundo.

Conociendo a Ga-masón, la próxima reforma consistirá en que los jueces y abogados llevemos una peluca blanca.

FDO: EXCMO. SR. MARQUES DE CORDOBA


sábado, 15 de junio de 2013

Libros para desengrasar

Estimados lectores:

A veces, hay que coger determinados libros para desengrasar; y, muchas veces, uno se lleva una grata sorpresa. Otras veces, aquél libro que nos recomendaron efusivamente resulta un bluff. Recuerdo, que una amiga mío me recomendó "El código Da Vinci" de Dan Brown; además, un artículo de Juan Manuel de Prada lo mencionaba. Con dichas recomendaciones, me lancé a su lectura y ya a mitad de la misma me pareció un fiasco, me convencí de mí equivocación, cuando en el libro afirmaba que el Santo Grial era María Magadalena (no se le ocurre ni "al Piyayo"), el Capitán Trueno es más creíble. Ya sabemos que es ficción, pero en teoría es ficción con base histórica. Tuvo algo bueno. No volví a leer a Dan Brown. Dan Brown ha conseguido que no se pueda ver "La última Cena" de Leonardo Da Vinci en Milán, hay que pedir una cita de meses para ir a ver el fresco. Como hay gente para todo, algunos van na Milán a ver sólo "La ültima Cena" y no ve la pinacoteca de Brera. Como dijo el otro, ¡qué libro tan bueno!, ¡he podido calzar la mesa!. Dan Brown, majo, ¿por qué no escribes un libro sobre el Guernica?, así, ya no habrá quién lo vea y me ahorro el disgusto.

También hay otros autores mitificados, que vueltos a leer se me han quedado anticuados. Yo entiendo que en cuestiones literarias no hay que adoptar "papanatismos", y si un autor, no te gusta hay que decirlo. Borges, el autor de cabecera de Mick Jagger, y, que gozó de mucha fama en la Inglaterra de los años 60, sin desconocer sus evidentes virtudes literarias y su gran manejo del español, me resulta pesado, ininteligible y anticuado; ya no me transmite nada. Cuando leo algún cuento suyo, me dan ganas de decir como Mourinho: ¿Por qué?. A veces lo leo y me da la sensación de estar escuchando a Valdano, sobre todo con algún cuento porteño del que no entiendo nada, escribiendo frases como: "no hay que culpar al tete de chaparro, si el lucífago no lo bronca"

Por eso, hay momentos, en que tengo que coger otros libros, como he dicho para desengrasar y, curiosamente, me he llevado una grata sorpresa con el libro "Pink Floyd visto por dentro", escrito por el batería del grupo Nick Mason. Pink Floyd era uno de mis grupos favoritos y para desconectar un poco, cogí dicho libro de la biblioteca.

 Probablemente, se lo haya escrito "un negro", no lo puedo aseverar, pero desde luego está escrito con una mezcla de ironía y humor inglés, entre Tackeray y Wodehouse. Al comenzar su lectura, pensé que iba a ser la clásica autobiografía autocomplaciente, al estilo español de !Qué bueno soy yo! y ¡qué mal lo hicieron los demás!, nada más lejos de la realidad, el autor toma distancia, se quita importancia y aplica una fina ironía al estilo memorial inglés, que guardando distancia y época parecemos asistir a las confesiones de Barry Lindon.

En el libro se encuentran perlas muy buenas. Una de ellas, los festivales de música de verano sólo deberían ser atractivos para los búfalos, ya que el premio es un baño en el barro. O también, mi padres me regalaron un clarinete para que aprendiera música, fue una suerte porque al cabo de un año ya supe que sólo podría tocar la batería y acompañado de más músicos. Otra comentario del libro, Roger Waters cuando se quiso ir del grupo me dijo que tocaba mal la batería, no me molestó su comentario, me molestó que me lo hubiera dicho tan tarde. También afirma, a finales de los 60 cuando nos perseguían los fans entendía lo que sentía el zorro cuando lo cazaban. O también, la droga no me interesó siempre pensé que la arquitectura era una ciencia superior a la química.

Quizá es que el autor, así como los miembros de Pink Floyd eran universitarios (estudiaban arquitectura). Tal vez esa formación humanística, dotó al autor de esa distancia, y de ese conocimiento de los autores ingleses, que se deja notar en el libro. Si bien, en la segunda parte decae un poco, en la primera, el estilo es de un fino humor, donde se retrata una época con un estilo similar a Los papeles del club Picwick.

En fin, un libro recomendable, aunque alguno preferirá las memorias de Bono ( y no me refiero al líder de U2)

FDO: EXCMO. SR. MARQUES DE CORDOBA