miércoles, 18 de abril de 2012

Cartagena de Indias

Estimados lectores:

Como lo prometido es deuda, toca contar el final del viaje a Colombia. Ya os conté las peripecias, sudores, esfuerzos y picaduras de mosquitos que costó la expedición a la Ciudad Perdida, así que para finalizar el viaje y darnos un poco de lujo fuimos a Cartagena de Indias.

Creo que de las ciudades americanas que he visitado es una de las más bonitas junto con Quebec en Canadá. Me refiero, claro está al casco histórico de la ciudad. Es una ciudad de tipo colonial, con calles rectas, plazas de tipo español cuadradas (similares a la plaza mayor de Salamanca, o a la de Madrid, un poco más pequeñas), con casas de colores con balcones de madera trabajada y perfectamente cuidados. En ella, se encuentran la iglesia de Santa Ana, la Torre del Reloj, la Casa de la aduana, la casa de la inquisición, la Alcaldía Mayor; y toda la ciudad rodeada de una muralla que penetra en el mar.

Dentro de la ciudad, existen multitud de comercios, tiendas y restaurantes, muy bien puestos y cuidados. Hay también una serie de "hoteles boutique de lujo" en antiguas casas coloniales históricas. Y, de hecho, comí en un restaurante de tipo colonial en una mesa oblonga, donde tomé una langosta espectacular (muy bien de precio), allí me sentía como El Zorro antes de dar una recepción en su casa.

Existe un hotel muy bonito que se llama Hotel Santa Clara, que se encuentra en el antiguo convento de Santa Clara, con un patio interior precioso con palmeras, donde se puede tomar un café de una manera agradable.

Como es la ciudad señera de Colombia, no hay delincuencia y está llena de policías. Los únicos que te dan la paliza son los vendedores, te venden fruta (había una mujer con una bandeja de fruta que la llevaba en la cabeza a la que le llamaban desde las ventanas y vendía sus piezas de puerta en puerta), puros, perlas, etc. Allí las piedras preciosas y las joyas están muy bien de precio.

Hubo un pesado que quería venderme puros cubanos y me decía todo el rato... ...quiero que me compre puros, quiero me compre puros... y yo le dije: "Y yo quiero un piso en Ayala...", después de esto se marchó y me dejó en paz.

También estuve visitando el teatro de la ciudad, cuyo techo estaba pintado con frescos y los palcos y butacas eran similares a los de un club inglés de principio de siglo.

Para mí el mejor momento del día era el atardecer, donde en el café del Mar, que se encuentra ubicado en lo alto de la muralla saboreaba un cóctel y veía ponerse el sol al son de una música relajante.

Aproveché para visitar las Islas del Rosario, tomando una embarcación desde el puerto que sale desde el muelle de Los Pegasos (está presidido por dos caballos alados gigantes). Tras pasar con la lancha por Bocachica, entre el fuerte San José y el castillo de San Fernando (que con fuego cruzado defendía la ciudad de los ingleses y los piratas, son términos sinónimos) se llega en una hora a las Islas del Rosario. Unas 27 islas que constituye una reserva natural. Estuve en la Isla de los piratas, una isla más pequeña que un piso en Sanchinarro; estuve haciendo careteo (lo que llamamos los paletos como yo, Snorkle, y los colombianos llaman con buen criterio "careteo", vamos, el bueco con gafas y tubo de toda la vida). Allí ví corales candelabro, el pez cofre y los peces payaso (son peces que se protegen de los depredadores viviendo junto a corales urticantes, que los defienden con su veneno, vamos, como hacen los pelotas con sus jefes). Luego visité la Isla grande, con playas de arena fina, y, estuve en una estación biológica viendo los peces de la zona.

Me tomé una langosta y una cerveza por cinco euros y, por la tarde, en medio de una tormenta nos volvimos a Cartagena. Hubo alguna isla donde vive algún famoso, que no se puede visitar (que normalmente tienen una villa en el lago Como y los 29 de febrero sientan a un pobre a su mesa), pero el grupo de islas es espectacular.

Mi hotel, según la propaganda, se hallaba al lado de la muralla de Cartagena. Pero, en realidad, lo que quería decir es que estaba al lado de la "morralla", Eso implicaba 10 minutos en taxi para llegar a Cartagena, pero, a pesar de eso. mereció la pena.

Antes de partir para España, pasé un día en Barranquilla. No me gustó la ciudad, el desorden urbanístico típico de las ciudades sudamericanas, un piso alto allá, un bajo allí, un poco de cemento acullá... ...parecía que El Pocero había estado haciendo trabajos manuales. Yo me quejaba de Benidorm... Después del orden urbanístico de Cartagena, choca encontrarse con Barranquilla. Para que luego digan que los españoles no hicimos alguna cosa buena...

He decir, que en un restaurante de Barranquilla comí espectacularmente, un róbalo (un pescado parecido a la lubina) a la plancha que quitaba el hipo. Fue donde mejor comí en Colombia. El róbalo es un pescado que recomiendo tomar en Colombia.

Por último, tras pasar con el coche por una pista de tierra, llegamos a un chiringuito alejado de la mano de Dios, donde tomamos una cerveza justo al lado de la desembocadura del río Magadalena, un río selvático de corte amazónico, caudaloso. En el chiringuito podíamos observar las aguas oscuras del río por el arrastre del limo. Fue lo que más me gustó de Barraquilla, el panorama junto al río Magdalena.

Tras esto vuelta a Santa Marta y vuelo con escala a Bogotá con destino a Madrid.

Cartagena,merece la pena

FDO: EXCMO. SR: MARQUES DE CORDOBA

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