viernes, 7 de diciembre de 2012

Venezuela I

Estimados lectores:

Con motivo de la enfermedad de Chavez, y debido a que hace tiempo que no hablo de mis viajes, aprovecharé que el Pisuerga pasa por Valladolid, para hablar sobe mi viaje a Venezuela años ha. Cuando estuve en Venezuela, ya me llamó la atención el que mucha gente de allí, me preguntara qué opinaban los españoles de Chavez. Había llegado al poder hace poco y, las noticias que tenía de él eran relativas a sus balandronadas y charlotadas. Todos los venezolanos con los que hablé, me hablaron mal de Chavez (a diferencia de Perú, donde todos me hablaron bien de Fujimori).

Fuimos a Venezuela con Santa Barbara Airlines, Compañía con la que me juré que jamás volvería a volar con ella. Después de esa vez, tuve que volar con dicha Compáñía a Costa Rica y Perú, por lo que nunca digas de este agua no beberé (las otras dos veces, también fueron vuelos desesperantes, o el aire acondicionado se estropeaba y parecía que estabas en un igloo, o no había café, o el cuarto de baño se estropeaba y el avión olía a sobaco de mono de circo).

Era curioso, que ya en aquél momento, Chaves tenía un programa de televisión. Recuerdo que una vez desayunando en el hotel aparecía en la televisión  Chaves hablando y decía: hoy hablaremos de Argentina y se ponía a cantar: "mis Buenos Aires queridoooo....." En fin, ya en aquéllos días parecía un personaje peculiar.

Caracas es una ciudad peligrosa, con muchos barrios de chabolas en las laderas de la selva y que no merece la pena visitar. El aeropuerto está bastante alejado de la ciudad. No estuvimos apenas en Caracas, además, en aquélla epoca había una epidemia de dengue en la ciudad. El dengue es transmitido por un mosquito que nace en las aguas claras, por eso, recomiendan a los habitantes que no dejen aguas en los cuencos o en las macetas. El mosquito es llamado el "patas largas". El mosquito de la malaria, nace en las aguas estancadas, por eso, cuando es época de lluvias no hay malaria. Nosotros fuimos en epoca de lluvias por lo que nos libramos del riesgo de la malaria. Eso sí, había que asumir que a las 16:00 h todos los días caía el chaparrón, bueno, más que chaparrón, diluvio. De hecho, cuando llovía, ponía un vaso de tubo bajo el agua y al segundo estaba lleno.

Fuimos en primer lugar a Mérida. Mérida, se halla sobre un macizo rocoso rodeado de una pequeña selva. Es la ciudad más grande cercana a los Andes, tiene Universidad y Catedral, es una ciudad traquila y con mucho ambiente universitario. Desde allí cogimos el teleférico y subimos al Pico del Toro, un pico de 4.600 metros de altura aproximadamente. El teleférico te deja a unos 4.000 metros de altura, y vas viendo mientras subes como la selva va dejando paso a la vegetación de altura.

En el punto final del trayecto del teleférico, se nota la altura y, comienza a dolerte la cabeza. De allí bajamos un poco de altura para aclimatarnos y subimos al collado donde se encuentra el bosque de los coloraditos, formado por ejemplares de una especie de encina que se encuentra a unos 4.000 metros de altura. Según los venezolanos, el bosque más alto del mundo, según mi parecer discrepo, ya que también me dijeron eso en Perú en la cordillera blanca... ...así que áteme esa mosca por el rabo.

De los que íbamos hubo mucha gente, que tuvo que quedarse en la base del pico, ya que por la altura sufrieron síntomas de debilidad y decidieron aguardarnos en la base. El tramo final era duro, había que trepar por una cuerda y a dicha altura los esfuerzos se pagan. Yo después de trepar por la cuerda, casi me desmayo y estuve 15 minutos descansando, hasta que bebí agua y recuperé el resuello. A un compañera se le salió el hombro y hubo que bajarla. Uno de los guías se encargó de gestionar el rescate hasta Mérida.

El resto una vez coronamos, debíamos realizar una bajada brutal hasta un pueblo perdido en medio de los Andes que se llamaba "Los Nevados". El pueblo estaba a una altura de 2.000 metros y era el sitio más cercano donde se podía encontrar un refugio de montaña. Se podían alquilar unos burros para la bajada, yo me monté en uno, y el pollino comenzó a dar brincos para tirarme de la montura; a los lados había unos precipicios espectaculares. Visto lo visto, decidí bajarme, prefería llegar cansado que muerto o descalabrado.

Se nos hizo de noche, veíamos unas luces de fondo, que pensábamos que era el pueblo. Falsa alarma, eran luciérnagas, jamás había visto tantas. En un recodo del camino, un borracho tirado, nos sirvió de clara señal de la cercanía del pueblo. A la llegada estaba tan cansado, que, ni siquiera cené. Fueron 12 horas andando.

Es curioso cómo el cuerpo humano se puede recuperar del esfuerzo. Al día siguiente, estaba nuevo y dimos una vuelta por los alrededores. El pueblo carecía de luz eléctrica y casi de habitantes y casas, pero, los refugios eran cálidos y acogedores. El pueblo vivía de la agricultura y la ganadería, lo que se plantaba era trigo y cebada, percibiéndose una vegetación similar a la meseta castellana. Si no fuera por las inmensas montañas que rodeaban el paisaje se diría que estábamos viendo los trigales de Castilla.

De allí alquilamos unos todoterrenos y llegamos a Mérida por unas pistas de tierra, atravesando Los Andes; algunos caminantes que veíamos por esos valles perdidos nos pedían permiso y se subían al pescante para llegar a la ciudad. Una forma barata de viajar, que tal como están las cosas en España, quizá adoptaremos en breve plazo en nuestro país.

El guía me contó una anécdota curiosa de la cual era protagonista. Un niño se perdió en los Andes, durante varios días. Le dieron por muerto, por el frío y los días transcurridos sin comer. Al cabo del tiempo lo encontró el guía y otros que le acompañaban, vivo y sin síntomas de desnutrición, ni de hipotermia. El niño contaba que una señora muy guapa le había dado calor y le había traído comida. Algo imposible en aquéllas montañas ¿La Virgen María? ¿Un fantasma de la montaña? ¿Un milagro?Iker, investigue usted.

En Mérida, tomamos un avión que nos dejó en Ciudad Bolívar. Antes de partir cometí el error de tomar una ensalada de frutas, a los dos días tuve problemas estomacales que no remitieron hasta mi llegada a España. Ciudad Bolívar, era una ciudad peligrosa. Nosotros fuimos a cenar a un restaurante, y en la entrada, había un guardia de seguridad con una ametralladora, ¡cualquiera se va sin pagar!. Desde el taxi, vi un par de redadas. A la altura del puente sobre el río Orinoco, le pedí al taxista que parara, crucé el río y volví. Siempre había querido ver el río Orinoco, y no desperdicié esa oportunidad. Era de noche, y una gigantesca nube de mosquitos sobrevolaba el río, me dije para mi capote, vuélvete, que sino mañana te van a llamar "El paella"

Desde Ciudad Bolívar fuimos con unos guías y unos todoterrenos hasta un campamento en la Gran Sabana, y de ahí hasta Santa Elena de Uhairén, en la selva de la Guyana en la frontera con Brasil y las tres Guyanas. Pero, quizá, sea mejor que lo dejemos para otro día. Esos días atravesamos la Gran Sabana, donde se encuentran Los Tepuys, montañas de gran altura rodeadas de selva y con forma de meseta y la selva de la Guyana. Lo que aconteció por allí, lo dejamos para mañana.

Wells se inspiró en los Tepuys para escribir su novela "El mundo perdido", ¿en quién se hubiera inspirado hoy Dostoyevsqui para escribir "El idiota"?

FDO: EXCMO. SR: MARQUES DE CORDOBA

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